Y es que todo el mundo mata lo que ama. El cobarde con un beso, el valiente con una espada.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Me acordaba de cuando reías por horas y yo no sabía si reír o enojarme

Escribes, hablas, gritas y callas demasiado; por eso no respondo y finjo que morí durante un par de horas. A veces, cuando puedo lo hago durante días, semanas o meses.

Si me alcanzara la vida, moriría por décadas, hasta que te olvidaras de que existí.

A veces creo que te has ganado a pulso esa soledad que tanto te molesta cargar. Sé que tarde o temprano, pasará lo mismo conmigo también, pero estoy segura de que nunca habrá nadie en el mundo a quien le moleste más ese peso que a ti.

Me hace sentir tan satisfecha.

Después de que te has cansado de ignorarte a ti misma, levantas el teléfono, marcas un número, esperas a que suene dos veces y cuelgas. Lo haces ocho veces antes de irte a dormir y ocho al despertar.

Eres tan predecible; tú, las llamadas, lo que piensas, lo que dices, hasta lo que ocurre a tu alrededor.

Sabes que nadie regresará la llamada.

….

Que no me entiendes.

Que nada en mí tiene sentido, ni siquiera la manera en la que respiro.

[Perdiste el toque]

Me he negado a escribirte, no lo esperes.

Ve televisión, es más ético.