[Estamos aquí reunidos a causa de la trágica muerte de nuestro hermano: Elermitañodelacasadealado.]
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Los perros ladran por las noches. En ocasiones cuando bajas a la cocina por un poco de agua, oyes gritos en el cuarto contiguo y de inmediato corres al lugar más seguro que hay en toda la casa…
DEBAJO DE LAS SÁBANAS TODO SIEMPRE ESTÁ BIEN.
Te saltaste la barda y el pantalón se te rasgó; hasta un vidrio te enterraste en la mano.
¿Recuerdas?
La maceta se cayó.
[…¡Shhh! ¡No hagas ruido cabrón!]
En la casa sólo habita una gata que protege a sus crías. Mejor vuelves a cerrar la puerta despacito, porque donde se ponga histérica, en el peor de los casos, hasta un ojo te saca.
Trepas los árboles apoyando el pie en una rama que está a punto de caerse.
Teteras viejas, ollas con sobras de la cena de la navidad del 94, el cuadro polvoriento y descolorido de un carrusel…
-Pero seguro que este era el cuarto de los niños.
-No, pendeja. Esta era la sala.
Los lentes del abuelo estaban colgados en el árbol.
[Cuidado con el clavo.]
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Te bañabas a la orilla del río y los mosquitos se te pegaban todos a la piel al salir.
[El atardecer está CHINGÓN]
Nos poníamos los tenis sin calcetines y al revés, y hacíamos competencias para ver quién aguantaba más tiempo caminando en terracería, antes de que le saliera la primera ampolla.
Ninguno de los dos se quejaba en todo el camino.
Llegabas a la puerta de tu casa lleno de barro, y antes de entrar, ahí junto a las plantitas, donde creías que nadie te veía, con cuidado de no lastimarte más, te acomodabas los tenis a escondidas y entrabas con el trasero pegadito a la pared, para que tu madre no te viera hecho una mierda y encima se diera cuenta de que traías los pantalones rotos.
Derechito a la regadera y a la cama sin cenar.
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Éramos unos mocosos-casi-licenciados cuando todo pasó.