Ayer soñé que nos convertíamos en monstruos.
Nos olvidábamos entre calles de ciudades, en países que ninguno conocía. Nadie recordaba su nombre.
Olvidábamos cómo hablar y no podíamos ni comunicarnos con señas. Emitíamos ruidos, que eran gritos y de vez en cuando nos arañábamos unos a otros con las uñas, o lo que quedaba de ellas.
Éramos como leones peleando por un trozo de carne vieja.
Recuerdo que nos vimos como extraños con signos de interrogación en lugar de rostro.
Me olvidabas.
…
Leía los mensajes que solías mandarme sin decirte nada, para que no te sintieras ni un poco importante.
Los leía y a la vez pensaba en lo ridículo que era que hablaras con las letras del teclado de la computadora. Con la pantalla brillosa que te quema las retinas a mitad de la noche.
…
Y es que éramos monstruos que sólo gritaban y no comprendían razones.
Hasta que aquél la agarró, la inclinó delante de él y la penetró con fuerza.
…
Es ridículo que me sigas hablando faltas de ortografía a través de la pantalla. Te leo, te escucho, no te entiendo.
Se que no me puedes oír, por eso respiro lento.
…
La hizo sangrar.
Recordaste quiénes éramos, nuestro lenguaje, mi rostro.
Reconociste que la carne ya estaba pasada…
…te quemé las retinas con un cerillo y me comí la carne de un solo bocado.