
Hay una niña vestida de domingo sosteniendo una canasta minuciosamente decorada, parada a mitad de una avenida poco transitada.
Uno la observa desde la esquina en donde se detuvo a encender su cigarrillo.
Camina hacia ella.
La niña saca un huevo de pascua de chocolate de la pequeña canasta y se lo ofrece.
Uno la mira desconcertado y toma el huevo.
La niña sonríe.
Uno quita el papel metálico de colores que lo envuelve y se queda mirando el chocolate. Lo huele…
La niña lo mira con sus grandes ojos verdes.
- Cómelo – dice con una dulce voz.
Uno duda un par de segundos. Sigue oliendo el chocolate y mira a la niña a los ojos.
- Cómelo – insiste la pequeña.
Sonríe y se balancea un poco. Juega con su cabello y con la pequeña canasta que sujeta con la mano derecha.
- Anda, cómelo…
Uno por fin va a morder el delicioso chocolate que tiene entre las manos.
Se detiene.
- ¿Tiene droga?
La niña deja de jugar con la canasta, da un paso hacia atrás y abre más sus enormes ojos.
- ¿Qué es eso?
Lo mira frunciendo el ceño.
- ¿Quién te lo dio? – pregunta uno enseñándole el chocolate.
La niña señala la esquina desde la que uno vio a la niña por primera vez. Hay una mujer mayor encendiendo un cigarrillo.
- Mi abuela y yo los hicimos. Son para regalar.
Uno mira el chocolate por última vez y voltea de nuevo a ver a la mujer que ahora lo mira sonriendo. Se arrodilla ante la niña y coloca el huevo de chocolate ahora sin envoltura dentro de la canasta.
Se pone de pie.
La niña ha clavado la vista en el chocolate dentro de la canasta.
- Tu abuela debería enseñarte que la gente no debe aceptar dulces de extraños en la calle.
A la niña se le llenan los ojos de lágrimas.
- Pero es un huevo de pascua. Mi abuela dice que los huevos de pascua…
- No importa. – uno la interrumpe alzando la mano. - Pascua o no, nunca se aceptan dulces de extraños en la calle. Podrían traer droga…
[… o no…]
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