Ayer el suelo se desmoronó bajo mis pies y yo me sujeté con fuerza a las paredes. Noté, cuando era demasiado tarde, que éstas eran de papel, al igual que el cielo y todo lo que me rodeaba.
Estabas ahí, prado frente a mí, viendo todo desprenderse de la nada. Intenté sujetarme a tus pies y cuando todo hubo acabado, me di cuenta de que, a diferencia de todo lo demás, estabas hecho de un papel mucho más frágil que el de la pared que se había quedado bajo mis uñas.
Tus pies se hicieron polvo entre mis dedos.
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