Cuando habitas una ciudad en donde no existe la libertad de pensamiento, justo donde han instalado sistemas de vigilancia en cada parte de tu cuerpo; la historia se acaba porque la gente ya no se mueve, es como una fotografía en donde no hay nada antes ni después de ella.
El tiempo pasa sin dejar huella mientras estás sentado en una banca mirando una fuente que te hace sentir más viejo de lo que realmente eres.
Alguien corre al otro lado del mundo para olvidarse sólo un rato de nosotros.
Tú te sientas frente a la fuente, fumas un cigarrillo y bebes café frío para aliviar un poco la tortura de la espera. Pasas las noches de largo, los días cada vez son más grises y los abrazos dejaron de saber darse hace ya un par de horas.
Cuando matas todo a lo que has dedicado un largo año de tu vida, es como escupir pa’riba.
Pronto la historia dejará de avanzar y comenzarán a surgir una serie de hechos azarosos… completamente aislados unos de otros.
Y de pronto… ya nada tendrá sentido.
…
Recordé que te dije el otro día que tenía el presentimiento de que alguien moriría. La verdad es que lo pensé sólo porque durante toda esa semana vi mariposas negras en las paredes de todos los edificios a los que entraba. Imaginé que un día de estos una se posaría en el parabrisas de mi auto y me impediría por completo ver el camino, llevándome justamente al final que había predicho.
Camina como si fuera lo último que hagas.
La distancia nos hará recobrar aquello que perdimos en medio de grandes ríos de aquellas mariposas, y TODOVOLVERÁASERCOMOANTES.
…
Irónicamente, días después recibí una postal que precisamente hablaba de aquellos animales.