A los recién llegados.
Anoche escuché los ladridos de los perros,
en lugares que no debía escucharlos.
¿Eras tú quien ladraba de forma tan desesperada?
…
Pensé en aquellos sueños que se desvanecieron poco a poco a lo largo de los años.
Miré a aquella chica,
sus mejillas sonrosadas, su sonrisa;
toda ella tan entusiasmada
con todo por decir
y nada por hacer.
Como un perro callejero que entra a la casa.
Me miraba a mí misma,
años atrás
cuando los sueños tenían una textura.
Se podían tocar.
“No niño, no sabes lo que dices…”
Los ladridos de los perros no cesaron en toda la noche.
La mañana siguiente descubrí
que odiabas a los animales.
No tenías mascotas, ni vecinos…
…ni animales que tuvieran vecinos como mascotas.
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