Todavía hay tiempo para un cigarro...

Hoy es sábado.

Irás a misa porque a dios se le ha olvidado llevarse a alguien.

Bajas del carro. Llevas cinco o diez minutos de retraso.

[Todavía hay tiempo para un cigarro...]

Los tacones crujen sobre el suelo de mármol por más que intentas no llamar la atención. La banca de madera toca tus piernas desnudas y sientes escalofríos.

A mitad del sermón ya te has quedado viendo fijamente el Cristo gigante que cae pesadamente sobre el altar.

Un escenario para una fotografía nueva comienza a trazarse en tu mente.

Ríes.

Parece divertido pensar que aquella vieja y gigante figura te haga pensar en una chica sentada en el retrete, con cierta expresión en el rostro, mientras su tanga se enreda en sus tacones.

Sonríes y volteas a tu alrededor con la esperanza de que todos los presentes hayan sido espectadores de la imágen de tu cabeza...

Nadie sonríe, a nadie le resulta diverido... Todos parecen prestarle más atención al viejo…

[...Aún así es una gran idea...]

...

Las alarmas de los carros, los besos y el humo del cigarro, hacen imposible que alguien se concentre.

Se miran...

Tu película favorita corre en el reproductor de DVD mientras miras el techo.

Se abrazan...

Descubres lo bien que se ve él con sus lentes, sentado frente a la computadora mientras se concentra para escribir algo.

Se queman...

Fumas un cigarro o dos y después de un rato te das cuenta de que te quemaste la rodilla.

Sigues fumando...

...

Despertar en una cama que no es tuya, en una habitación que no es tuya, sin saber exactamente qué día es; es sólo índice de que en realidad aún no es momento de despertar...

En realidad ya no es sábado.

[Ojalá los segundos pasaran a la velocidad de un minutero.]