Y es que todo el mundo mata lo que ama. El cobarde con un beso, el valiente con una espada.

sábado, 23 de enero de 2010

Muerte cerebral temporal...


De pronto, a mitad de una fiesta que poco a poco se convertía en una orgía, un balde de vómito y terreno de caos, me sorprendí a mí misma sentada viendo hacia el horizonte, pretendiendo salir de aquella incómoda situación; sintiendo, imaginando que me desprendía de mi cuerpo y mi alma salía por mis ojos vidriosos en dirección a donde miraban…

No pude. Simplemente no pude salir de la cárcel de donde me encontraba y terminé confesándome frente a un espejo, que aunque tenía un cuerpo y una cara distinta, en esencia era lo mismo.

Después de un par de copas, unas cuantas cajetillas de cigarrillos más, una conversación basada en preguntas y respuestas indirectas y un par de lágrimas que tuve que tragarme por vanidad; terminé recostada sobre una cama maltrecha con mi propio reflejo a un lado… me miraba… me miraba y me hacía sentir miserable y cada vez más sola. Fue cuando lo supe y me vi obligada a besarme con poca pasión y mucha decepción atorada en el pecho, mi reflejo acariciaba mis entrañas pero nunca mi alma.

Me penetró con sus dedos primero, después vino su repugnante lengua; lloré… lloré en silencio por que sabía que no quería aquello, por que sabía que hacerle el amor a mi reflejo no serviría para embriagarme lo suficiente como para olvidar…

Cuando hubo terminado de inundarme con sus besos, supo que yo había estado cruelmente divagando en mis pensamientos al tiempo que hacía caso omiso de todo lo que había venido pasando durante un largo rato.

Ante todas las interrogantes que tenía bien posicionadas desfilando frente a mis ojos, sólo pude tomar una resolución, y aunque sabía que no había nada de embriagante en ello, decidí obligarme a tener una muerte cerebral temporal; sólo duraría unos minutos y después todo seria borroso, pero por lo menos mi alma habría dejado por unos instantes de luchar por salir de mi cuerpo.

A la mañana siguiente; entre el sol que se escabullía tímidamente por las persianas y la patética alarma de las ranas, lo supe: me había hecho el amor a mí misma, y no había nada de espectacular en ello...

My soul's still fighting...

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